La barbacoa como crematorio, los mensajes falsos, el desmembramiento: diario de los 69 días de horror tras el asesinato a martillazos de la actriz porno italiana

La barbacoa como crematorio, los mensajes falsos, el desmembramiento: diario de los 69 días de horror tras el asesinato a martillazos de la actriz porno italiana

El padre de la actriz porno «Es diabólico, me envió incluso una felicitación de cumpleaños desde su móvil» La espeluznante confesión «Seguí apuñalándola después de muerta y después compré un congelador en Amazon»

Casi tres meses. Del 10 de enero al 20 de marzo. 69 días en los que Davide Fontana vivió junto al cuerpo de Carol Maltesi, conocida en el mundo de la pornografía como Charlotte Angie. Trató de deshacerse de él en varias ocasiones: intentó quemarlo, lo desmembró y guardó los restos en un congelador. Aquí las fechas que reconstruyen esta historia de terror italiana contada al revés, reconectando los días desde aquel domingo, 20 de marzo, cuando un paseante encuentra las bolsas con los pedazos del cuerpo abandonadas a lo largo de la carretera en las montañas de Paline di Borno, hasta la noche entre el 10 y el 11 de enero cuando, según su propio relato, el banquero, bloguero gastronómico y actor porno amateur de 43 años asesina a Carol Maltesi, de 25 años, «durante una película porno».

La mañana del 10 de enero los periódicos hablan de cómo los colegios van reabriendo, de que se están poniendo vacunas contra el Covid incluso por la noche y de que el primer ministro Mario Draghi será «seguramente» el próximo en subir al Quirinale tras el mandato de siete años de Mattarella. Parece que fue hace toda una vida.

«Esa mañana se suponía que íbamos a grabar dos vídeos». Lo cuenta Fontana en su segunda declaración ante los investigadores. En la primera, torpemente trató de fingir que no sabía nada sobre la desaparición de Carol/Charlotte. Davide está teletrabajando, pero eso no impide que se desplace a casa de su víctima, en el mismo edificio de via Barbara Melzi, en Rescaldina, para grabar vídeos pornográficos «con el móvil»: «El segundo fue más violento».

Ata a la joven a una barra de pole dance, le pone una bolsa de plástico en la cabeza. Tienen relaciones sexuales. En ese momento comienza a golpearla, primero lentamente y luego con más fuerza, con un martillo por todo el cuerpo mientras con la otra mano sostiene el teléfono para grabar la escena. «Al darme cuenta de lo que había hecho», describe en su declaración, «le quité la capucha».

Carol pierde mucha sangre. Está muerta. Fontana la degüella con un cuchillo de cocina, que tirará a una papelera en Rescaldina. En ese momento, según la versión dada a los investigadores, el hombre de 43 años se queda «media hora mirando a la víctima», y después vuelve a su casa. Por la tarde, alrededor de las 20.00 horas, regresa a la casa del terror. Hace una pausa para observar el cadáver durante un par de minutos. Luego cierra la puerta y repite el mismo camino de la mañana.

Al día siguiente Fontana va al Bricoman de Rescaldina con el Fiat 500 de Carol. En teoría está en cuarentena porque es positivo en Covid, por eso trabaja desde casa. Compra «un hacha y una sierra para metales». Paga en efectivo («creo», dirá en su declaración), vuelve a su casa y no sale en las siguientes 24 horas.

Al día siguiente, según su propia confesión, después de terminar su jornada laboral como banquero, regresa a la casa de la víctima, la desata, la libera de la cinta adhesiva y empieza a despedazarla. «Creo que me llevó una hora y media, o dos» .

Al día siguiente, regresa y continúa donde lo dejó. Divide las partes del cuerpo de Carol en cinco bolsas negras y las deja en el dormitorio. Compra un arcón congelador en Amazon. Le llegará tres días después. También se hace con cortinas opacas para cubrir la ventana de la sala de estar, que da a la calle. También compra un brasero, con la intención de quemar allí los restos: «Pero lo devolví sin abrirlo a los pocos días».

Unos días después, Fontana reserva un apartamento por Airbnb en Vararo, en la provincia de Varese. Es una casa en la montaña, aislada. La primera vez que va, de nuevo conduciendo el Fiat 500 de Carol, lo hace para estudiar el entorno y pensar la logística. Cuando alquila el apartamento por segunda vez lo hace para llevarse las maletas negras. En la barbacoa de la casa intenta prender fuego a los pedazos del cadáver, utiliza alcohol y gasolina pero al final se da por vencido.

Limpia todo, vuelve a meter las bolsas en el coche, vuelve a Rescaldina y las mete en su congelador nuevo. Fontana no limpiará la casa de Carol en todos estos días. En un momento se da cuenta de que la sangre comienza a fluir por las escaleras hasta el primer piso. Coge un trapo y empieza a secar el suelo. Ese trapo, empapado en sangre, se quedará en casa de la víctima.

Los días transcurren con una normalidad que ahora, vista desde la perspectiva que da el tiempo, resulta aún más espeluznante. Detrás de la puerta cerrada de la casa de Carol hay algo más que una aterradora escena del crimen. Ahí está el abismo en el que se mueve esta historia aún inexplicable. El cuerpo de una joven de 25 años, sus elecciones, sus aciertos, sus errores, sus ambiciones, sus esperanzas, sus afectos encerrados en un congelador de poco más de 100 euros y comprado online.

En estos días, el móvil de Carol Maltesi suena sin parar. Llaman el padre, la madre o la ex pareja de la joven de 25 años, ex vendedora y madre de un niño pequeño. También llama quien quiere hablar con Charlotte Angie, actriz porno emergente, para confirmar una fiesta en un club de Milán, donde la esperan a principios de marzo, para una película o para una cita.

La doble vida de la víctima es una misma, sin mentiras, sin secretos, como recuerdan amigos y compañeros. «Sólo guardaba un poco de confidencialidad con los vecinos, les hablaba de sesiones de fotos, pero eso es comprensible».

Es Fontana quien responde al teléfono: «Intentaba hacerles creer que todavía estaba viva». No es sólo un intento de ganar tiempo. En esos días, entre finales de enero y mediados de febrero, Fontana cree realmente que puede fingir que Carol está viva y sólo quiere alejarse de su mundo. Por eso empieza a escribir mensajes diciendo que quiere tomarse un descanso del porno. Que quiere empezar una nueva vida.

Fontana tiene las contraseñas del banco de Carol, paga regularmente el alquiler desde su cuenta. Durante un tiempo, incluso actualiza los perfiles de Onlyfans, Telegram y Twitter de Charlotte para los que también tiene las credenciales. Pero en un momento dado decide cerrarlo todo: desaparición voluntaria. Tarde o temprano los fans se olvidarán de ella y no la buscarán más.

El plan no se sostiene. El teléfono suena continuamente. No es cierto, como se ha dicho, que Carol no le importe a nadie esos días. Al contrario. Y esto también acrecentará día a día ese «peso» que el banquero Fontana dice «quitarse» de encima tras su confesión ante el magistrado y los carabinieri. Entiende que tarde o temprano alguien podría denunciar la desaparición de Carol, los carabinieri sólo necesitarían una denuncia para derribar la puerta de su apartamento con los bomberos, o incluso simplemente pedirle al dueño una copia de las llaves, entrar a la casa y descubrir el cuerpo en el congelador. Es una carrera contrarreloj.

Fontana, sin embargo, se cree meticuloso, cuidadoso, casi astuto. No confía en el azar, pero hace varias incursiones antes de decidir dónde deshacerse del cuerpo. La solución viene de un recuerdo de infancia: las montañas de Borno donde iba de niño, en verano, con sus padres de vacaciones. Vuelve a pensar en esos bosques y recuerda la «localidad Paline porque de vez en cuando pasaba por allí».

El Davide Fontana niño, quizá sólo un adolescente, y ese cuerpo hecho pedazos en bolsas negras. Si esta historia fuera ahora una película, las dos imágenes acabarían superponiéndose.

El «plan b» arranca el 19 de febrero. Es sábado, en las portadas de los diarios la crisis ucraniana escala posiciones. El ataque de Putin es inminente, pero gran parte del mundo occidental todavía piensa que puede ser un farol importante del Kremlin. Cinco días después, estallará la guerra.

Fontana no trabaja ese día en el banco, pero es como si estuviera trabajando. Reserva un hotel en Boario Terme. En su confesión no recuerda exactamente el nombre del hotel, pero sí que hay un spa. La policía tarda unos segundos en localizarlo: cuatro estrellas con centro de bienestar y piscina. Fontana no lleva consigo esas cinco bolsas negras con el cuerpo de Carol. Su viaje será una «inspección», define.

«En esa ocasión subí a Borno, pasando por Malegno, y luego subí a Paline. Por el camino comprobé la presencia de varios puntos que podían servirme para deshacerme del cuerpo». Su presencia en la zona la confirman los carabinieri con el análisis de los registros telefónicos y de los repetidores a los que se conecta su teléfono móvil: lo sitúan en Darfo Boario Terme desde las 10.01 del sábado 19 de febrero hasta las 8.40 del domingo 20.

Fontana regresa a Rescaldina. Retoma su vida de mentiras y falsedades. Al hijo de una vecina que le pregunta por qué ya no ve al niño de Carol en el patio, donde jugaban juntos, le responde que el pequeño «está con su padre, en Verona«.

Pasa un mes. En los periódicos, en las televisiones sólo se habla de la guerra en Ucrania. Europa, el mundo, están al borde de una crisis sin precedentes. Los precios de la gasolina y el diésel están por las nubes. Las imágenes de las bombas se mezclan con las de los refugiados que huyen de la guerra.

En su perfil de Instagram donde usa el apodo @unuomoallacoque , el Fontana bloguero gastronómico publica fotos repetidas: el 24 de febrero, «pan mozzarella con salsa de tomate»; el 26, la «clásica pizza redonda margherita» en versión gourmet; el 28 de febrero, el dulce «mozzamisù».

Es 19 de marzo. Quién sabe si Davide Fontana tiene tiempo ese sábado por la mañana para ver las imágenes de la asamblea en el estadio Luzhniki de Moscú con Putin hablando ya como todo un dictador.

Es un día importante en la mente del banquero, pues tras intentos, inspecciones, planes descartados, es el día en que opta por deshacerse del cuerpo de su ex novia Carol. No es tonto. Antes de subirse al Fiat 500 de la chica y dirigirse hacia la autopista A4, se da cuenta de que aún le queda un último paso decisivo. El cuerpo de la joven, aunque desmembrado y maltratado, sigue siendo demasiado reconocible: los tatuajes en la piel de Carol permitirían identificarla en pocas horas. Un error imperdonable.

La solución es otra abominación macabra. Saca las bolsas del congelador, las abre una por una y con una cuchilla quita colgajos de piel de los tatuajes. Hace lo mismo con tu cara. Carol hace tiempo que se ha ido, pero su cuerpo es demasiado peligroso incluso en esas condiciones. Los carabinieri le seguirían la pista en unas pocas horas.

En su confesión no habla de un rito, de una desfiguración final de su existencia. Ese gesto es, en el horror infinito de este crimen, la solución a un último problema «logístico» antes de partir hacia Borno: «Lo hice para que fuera irreconocible», declarará.

A la mañana siguiente, domingo, Fontana carga las maletas en el coche de Carol. Toma la A4 hasta Bérgamo, se desvía por la Ss42, pasa Borno y llega a la localidad de Paline. Son las 11 de la mañana. Se detiene en un descampado y arroja los sacos a la cuneta que bordea la carretera antes de regresar a casa.

Bajando hacia Malegno se detiene en Borno, en la pista de patinaje Edil Party. Pasa cinco, tal vez diez minutos, fumando un cigarrillo. A su alrededor sólo quedan las montañas de Valcamonica. Allí en medio, tirado como basura, está lo que queda del cuerpo de Carol. Todavía está congelado, el sol de la mañana derrite rápidamente el hielo.

No pasa un día. Ni una tarde. Un vecino, atento a los residuos que arrojan los turistas los domingos, ve las bolsas unas horas después del almuerzo. También ve aparecer una mano con esmalte de uñas rojo brillante. No va más allá.

El 22 de marzo, la noticia del hallazgo del cuerpo no llega a las primeras planas. La escalada rusa en Ucrania no cesa. Nadie sabe quién es esa mujer. Pero los carabinieri no tardan en descubrir que, precisamente a través de los tatuajes, el cuerpo no tardaría en ser identificado. Lanzan un llamamiento público, difunden algunos detalles.

Hay muchas hipótesis pero una es más concreta que las otras. Y aunque los tatuajes no coincidan a la perfección convence a los investigadores de que este es el camino correcto: las cámaras captan el coche de la víctima en la carretera de Borno. Al volante, sin embargo, la silueta de un hombre.

Las pesquisas policiales ubican a Daniele Fontana en ese Fiat 500. Aún no lo sabe, pero ya está atrapado. Los rumores se difunden rápidamente, una información llega a un medio local. El destinatario no está convencido, por lo que comienza a investigar. El 26 de marzo, Andrea Tortelli, periodista de BSnews, logra conseguir el número de Carol Maltesi. Escribe por WhatsApp y, al recibir respuesta, pide confirmación por mensaje de audio: «Fue el único que pidió un mensaje de voz en estos dos meses. Me asusté y nunca más le respondí», contará Fontana a los investigadores.

Aquí es donde se da cuenta de que su plan, en realidad, ha sido un desastre. Que la de Carol Maltesi, convertida en Charlotte, no será la historia de un crimen perfecto. Los rumores corren, el lunes los periódicos locales escriben que tal vez la misteriosa mujer despedazada es una actriz porno. No le queda tiempo, no le quedan fuerzas.

A última hora de la tarde, Fontana acude a los carabinieri de Rescaldina, quiere denunciar la desaparición de una amiga. Unas horas más tarde está en Brescia, en la comisaría provincial de los carabinieri en piazza Tebaldo Brusato.

A las 22.19 horas, declara ante el magistrado. Su relato termina a las 3.16 del martes 29 de marzo. En primera plana, junto a la de Carol, está su foto.