Putin elogia el holgado triunfo de Orban en Hungría y le garantiza el suministro de gas

Putin elogia el holgado triunfo de Orban en Hungría y le garantiza el suministro de gas

Elecciones La Hungría de Orban: doce años de desafíos a la UE Elecciones Viktor Orban se alza con la victoria electoral en Hungría

El hombre fuerte de Budapest se ha hecho aún más fuerte, aunque también mas aislado de Europa. La victoria del primer ministro húngaro, Viktor Orban, en las elecciones del domingo ha sido arrolladora, pero felicitaciones sinceras solo ha recibido de los partidos populistas de derecha y del presidente ruso, Vladimir Putin. A su guerra en Ucrania le debe el fundador y líder del partido Fidesz una cuarta legislatura con mayoría absoluta. Completado el escrutinio, Orban obtuvo el 53% de los de los votos y 135 de los 199 escaños parlamentarios. Es la victoria electoral más destacada lograda por una formación política en Hungría desde el fin del comunismo hace más de 30 años.

En un telegrama a Orban difundido por la agencia rusa Tass, Putin elogio el muy holgado triunfo de su aliado en la Unión Europea y aseguró que «pese a la compleja situación internacional, el desarrollo de las relaciones bilaterales responden en su totalidad a los intereses de Rusia y Hungría». Dicho de otra manera, Putin premiará la negativa de Orban a proporcionar armas a Ucrania o a permitir el paso de armamento letal de la OTAN por su territorio con el suministro ininterrumpido de gas a buen precio y en euros. Hungría importa el 85% de su gas y más del 60% de su petróleo de Rusia y no hay intención de reducir esa dependencia. Además ha puesto el desarrollo de su energía nuclear en manos de Rusia, al tiempo que, siguiendo también el ejemplo de Putin, abre sus brazos a China. La línea de ferrocarril que unirá Budapest y Belgrado, un contrato que el Gobierno húngaro ha calificado de secreto, es vital en la «Nueva ruta de la Seda» china. Los Balcanes es la puerta de entrada de Pekín a los mercados de Europa occidental.

Para Orban, no ayudar al enemigo del amigo se llama «neutralidad» y eso es lo que ha vendido al electorado. En la concepción «iliberal» de la democracia que practica Fidesz no cabe la defensa de los valores inherentes al Estado de derecho, por cuyo incumplimiento ha sentado la Comisión Europea a Hungría en el banquillo y por los que, además de por su soberanía e integridad territorial, lucha Ucrania. Orban ha sido en eso coherente, de ahí que haya disfrazado su neutralidad propagando miedo. Con más del 80% de los medios de comunicación bajo su control o en manos de oligarcas afines con muchos favores que devolver, el programa electoral de Orban se ha resumido en acusar a la oposición de querer meter a Hungría en una guerra, pues esa podría sería la consecuencia de suministrarle armas. Por esa regla de tres, toda la Unión Europea está bajo amenaza de guerra. El mensaje caló en la memoria de los húngaros. Visualizaron los tanques del Ejército Rojo invadiendo Hungría en 1956 para aplastar una sublevación durante el régimen soviético.

Orban comenzó su carrera como líder estudiantil liberal y opositor al comunismo, aunque anteriormente fue miembro del partido, como sus padres. Después de 1998, se convirtió en el protegido del entonces canciller alemán Helmut Kohl, con quien desarrolló una estrecha amistad personal. Kohl, ya retirado por no decir ignorado de la escena pública, sólo recibía a Orban. La Unión Socialcristiana (CDU), los socios bávaros de la Unión Cristianodemócrata (CDU) nunca lograron tal privilegio, aunque fueron muchas las visitas de Orban a la capital bávara. Les unía la familia popular europea (PPE) y el rechazo a la inmigración.

El partido Fidesz se vio obligado hace un año a abandonar el Partido Popular Europeo, pero no se quedó huérfano. Orban ya había desarrollado una relación amistosa y plagada de intereses con Putin y por ende, con todos los partidos populistas que comparte su visón decadente de Occidente. El primer ministro húngaro ha recibido, además de la felicitación de Putin, la del jefe de grupo parlamentario de Alternativa para Alemania (AfD), Norbert Kleinwächter, de la líder de la derecha francesa Marine Le Pen y del populista de derechas holandés Geert Wilders.

Luego le siguió la felicitación del presidente checo y también pro ruso Milos Zeman. » Son precisamente nuestros votantes -y no los medios de comunicación o las organizaciones supranacionales-los árbitros de nuestro trabajo diario» reza su telegrama en referencia implícita a los medios del «Occidente decadente» y de la organización del multimillonario George Soros, el húngaro-estadounidense más odiado en el Este de Europa. Al comienzo de la campaña electoral, Orban recibió el apoyo sin tapujos del ex presidente estadounidense Donald Trump.

Orban, aunque con una victoria que ni él mismo imaginaba, se dio un baño de masas en la noche electoral que contrastó con la desolación del campo contrario. Los seis partidos de la oposición que concurrieron juntos contra Orban dejaron solo a su candidato, el independiente Peter Marki-Zay. La derrota, en política, acaba con las amistades. Marki-Zay no cumplió con las expectativas puesta en él por las formaciones de derecha, liberal, ecologista e izquierda aglutinadas en el movimiento «Unidos por Hungría». Ni siquiera resultó electo en su ciudad, que ha gobernado como alcalde desde 2018. Marki-Zay sólo recabó el 35% de los sufragios o el equivalente a 56 escaños. Sólo Marki-Zay dio la cara, acompañado de su esposa y de sus siete hijos.

Añade desolación a la yerma vida parlamentaria húngara de los próximos cuatro años la obtención de 7 escaños del partido de extrema derecha Nueva Patria, que no se sumó a la plataforma de la oposición. El panorama que dibujaban las casas demoscópicas era bien distinto. Los sondeos, aunque siempre los encabezó Orban, hablaban de una carrera estrecha y eso alentó, por vez primera, la posibilidad de un cambio, en el país y en sus relaciones con Bruselas. Marki-Zay prometió lo que muchos húngaros creen que es bueno: «Acercamiento a Europa, el euro a medio plazo e ingreso en la Fiscalía europea para acabar con la corrupción».

En tiempos convulsos, los votantes no quieren experimentos y Orban supo aprovechar la guerra en Ucrania para convertirse en el padre de la Patria. Se apresuró a ir a la frontera, acogió a los refugiados, a los que llamó vecinos y amigos, a diferencia de a los refugiados sirios en 2015. Mostró su cara más amable y se tomó su tiempo para llamar al ataque «guerra», un tiempo agonizante para los socios de la UE y la OTAN que Orban aprovechó para repartir regalos por ley o financiados por las arcas del Estado: gasolina barata, congelación del precio de las pechugas de pollo, pensiones complementarias para los ancianos y hasta rebaja del 100% del impuesto sobre la renta para los jóvenes. El reparto obsceno de los espacios electorales y la reforma de una ley electoral que beneficia al gubernamental partido FIDESZ hizo el resto. La maquinaria era imparable.

Pero la victoria de Orban podría ser agridulce. Su vecinos del Grupo de Visegrado, especialmente Polonia, le han dado la espalda por su equidistancia con Ucrania y la Comisión Europea tiene en su manga la activación del mecanismo de condicionalidad que le permitirá congelar a Hungría los fondos europeos.

El referéndum celebrado el domingo en Hungría sobre la ley que prohíbe hablar de homosexualidad y cambio de género a menores -criticada como homófoba dentro y fuera del país- ha fracasado al no alcanzar el quórum mínimo del 50% de votos válidos, informó Efe. La aprobación de la ley provocó que la Unión Europea abriera un procedimiento de infracción contra Hungría, al considerarla homófoba, discriminatoria y contraria a los valores comunitarios.