Invadir Ucrania, ¿un error no forzado de Vladimir Putin?
Rusia parece abandonar, al menos de momento, su idea de hacerse con el control de Kiev, la capital.

Rusia parece abandonar, al menos de momento, su idea de hacerse con el control de Kiev, la capital.
Las guerras se sabe cómo empiezan, pero no cómo acaban. Es una frase manida pero que, una vez más, viene como anillo al dedo para hablar del ataque de Rusia a Ucrania. Las expectativas oficiales u oficiosas del Kremlin chocan con lo que, según sus enviados a las negociaciones celebradas esta semana en Estambul, podría terminar por aceptar el presidente ruso, Vladimir Putin.
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Los discursos de Putin previos a la guerra parecían dar a entender que el mandatario ruso quería recuperar los territorios que alguna vez formaron parte del Imperio ruso, anterior a la Unión Soviética.
Parecía una retórica de hace dos siglos y una política igual de vieja, pero la amenaza era real por la presencia de más de 100.000 soldados rusos en las fronteras de Ucrania. Putin no hablaba solo de consolidar su control sobre Crimea y la región del Donbass (este). Se refería a lo que alguna vez fue ruso, a Moldavia, el Cáucaso, partes de Rumania y de Polonia y las tres repúblicas bálticas. Muchos analistas se preguntaban quién sería la siguiente víctima tras Ucrania.
La guerra torció los planes militares del Kremlin y a la vez sus expectativas políticas. Los negociadores rusos, según sus declaraciones en Estambul y en Moscú de los últimos días, aceptarían un acuerdo de paz que prohibiera que Ucrania ingresara en la Otán (ningún país europeo quería a Ucrania en la Alianza Atlántica, y en Washington, desde los años de George W. Bush, ningún presidente impulsó esa idea); que Ucrania no tuviera bases militares de la Otán (la alianza no tiene bases militares en ningún país que no sea uno de sus miembros) y mantener el control del Donbass y Crimea.
En la práctica, volver a la situación prebélica.
Vladimir Putin
Efe
Un pacto así haría que todo siguiera como estaba. El valor de las negociaciones es dudoso porque el Kremlin negocia con una mano mientras golpea con la otra.
Mientras sus hombres se sientan con los del presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, en Estambul, su artillería sigue machacando Mariúpol e impidiendo el acceso de convoyes humanitarios de la Cruz Roja para evacuar civiles y llevar ayuda.
¿Hay que creer al canciller Serguéi Lavrov cuando dice que hay “avances significativos” en las negociaciones o al secretario general de la Otán, Jens Stoltenberg, cuando dice que las tropas rusas no se están retirando sino “reposicionando” para lanzar ataques más duros?
Si el miércoles parecía que Lavrov tenía razón, el jueves el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov, decía que en Estambul “no se produjo nada prometedor en las negociaciones”.
Neutralidad a cambio de garantías de seguridad
Gwendolyn Sasse, experta en el antiguo mundo soviético y Europa oriental, explica que “Zelensky parece dispuesto a aceptar un estatus de neutralidad para Ucrania a cambio de firmes garantías de seguridad. Pero sin la voluntad política necesaria por parte del lado ruso, un acuerdo mutualmente aceptable no parece al alcance”.
Cinco semanas de guerra dejan algunas certezas. Rusia no calculó bien la resistencia que opondría el Ejército ucraniano, no preparó bien su ofensiva, no engrasó sus líneas logísticas y no supo hacer frente a las tácticas de guerrilla de los ucranianos.
También dejan claro que Moscú tenía dos objetivos principales: tomar Kiev para descabezar al gobierno ucraniano y ocupar la ribera sur para conectar el Donbass con Crimea. Si la segunda parte, a la espera de la caída de Mariúpol, parece tenerla al alcance, la primera la tiene cada vez más lejos.
¿Qué tan estratégica es la actual retirada?
De hecho, este sábado el gobierno ucraniano confirmó que “toda la región de Kiev fue liberada” tras el repliegue de las fuerzas rusas, aseguró la viceministra ucraniana de Defensa, Ganna Maliar. “Irpin, Bucha, Gostómel y toda la región de Kiev fueron liberadas del invasor”, dijo a través de su cuenta de Facebook.
Lo que hace pensar que, como se dijo hace algunos días, las fuerzas rusas se iban a concentrar en los frentes del Donbass y del sur del país, en los alrededores de la martirizada Mariúpol, para conseguir su objetivo estratégico de configurar un corredor terrestre entre el Donbass y la península de Crimea, anexionada en 2014.
“Con la rápida retirada de los rusos de Kiev y Chernígov (…) está bastante claro que Rusia escogió otra táctica”, escribió el asesor presidencial ucraniano Mijailo Podoliak en Telegram. Esa táctica consiste en “retirarse hacia el este y el sur, mantener el control de vastos territorios ocupados y ganar un poderoso punto de apoyo allí”, agregó Podoliak.
¿Retirada estratégica? Es la gran duda, pero lo cierto es que desde inicios de la invasión, el pasado 24 de febrero, fuerzas rusas invirtieron mucho esfuerzo por sitiar a la capital ucraniana sin que hubieran logrado aproximarse, en medio de dificultades logísticas, cuantiosas bajas y una feroz resistencia de las fuerzas y ciudadanos ucranianos.
Bombardeo en Kiev, Ucrania
EFE
“Ponen columnas de tanques en hileras por carreteras, expuestos a lanzagranadas que puede manejar un solo hombre y que no necesitan apenas entrenamiento. Y son objetivo fácil para los drones”
El Ejército ruso puede haber perdido en Ucrania en cinco semanas tanto material militar y hombres como los que perdió en 10 años, en 1979 y 1989, en Afganistán.
Un ex alto mando militar de un país europeo explicó a EL TIEMPO que el uso ruso de los tanques parece sacado de las tácticas militares de la Segunda Guerra Mundial: “Ponen columnas de tanques en hileras por carreteras, expuestos a lanzagranadas que puede manejar un solo hombre y que no necesitan apenas entrenamiento. Y son objetivo fácil para los drones”.
¿Puede hacer Rusia como en Chechenia y arrasar las ciudades con artillería para exponer menos a sus tropas y su material? Este militar contesta que para eso Rusia debería tener un control del espacio aéreo que no tiene y que incluso su artillería estaría al alcance de los misiles y lanzacohetes ucranianos suministrados por Estados Unidos y los europeos. Todo lleva al origen de esta nota. ¿Qué quiere Rusia, que resistencia al dolor (económico) tiene y qué medios está dispuesta a usar para conseguir sus objetivos?
Un diplomático escandinavo explica que Rusia se comporta como un país de hace siglos, para la que cuenta el control físico y militar de territorios, cuando otras potencias autoritarias, como China, aprendieron hace tiempo que pueden lograr sus objetivos sin disparar un tiro, simplemente con su penetración económica, como hace en África.
IDAFE MARTÍN PÉREZ
Corresponsal de EL TIEMPO
Bruselas